Las cosas acabaron muy mal y él, destrozado, pues a quien tanto había llegado a amar se había ido, probablemente para siempre. Al principio se encerró, no quería saber nada del mundo, casi no comía, pero lo poco que conseguía digerir no tardaba mucho en deshacer su camino. Adelgazó más de lo que podía imaginar y al cabo de varios meses intentó empezar una nueva vida, pero su recuerdo seguía presente.
Escribió numerosos textos de todo tipo, sabía perfectamente que de nada servirían, pero necesitaba canalizar todo lo que sentía y convirtió dicha escritura en su vía de escape. Empezó a asumir su pérdida, pero de vez en cuando su fantasma volvía. Al principio le dolió, pero descubrió que esas fugaces apariciones llenaban un poco ese vacío que sentía por dentro, aunque no duraba mucho. No quería volver a verlas, pero a la vez, las deseaba... Aunque lo que de verdad deseaba era que volviese, volver a abrazarla y sin miedo decir esas dos palabras que habían quedado selladas desde entonces: "Te quiero".
Siguieron pasando los días, las semanas y los meses y no volvió a haber apariciones, hasta que un día, volvió y con un susurro antes de desaparecer lo dijo, "Te echo de menos"...
No pudo creer sus palabras, pasó horas dándole vueltas y al mismo aire que le susurró las palabras pidió pruebas, pues la echaba muchísimo de menos, pero la herida era profunda y en sus escritos estaba de sobra reflejado lo que sentía.
Silencio... Eso obtuvo, hasta que el fantasma apareció a su espalda, abrazándole mientras apoyaba la cabeza contra él para decir de nuevo esas dos palabras que quedaron selladas. Se dio la vuelta y esta vez no desapareció, la abrazó entre lágrimas y no fueron necesarias más palabras para llenar aquel vacío, sólo dos. "Te quiero".
El texto es precioso, pero te juro que odio a ese fantasma.
ResponderEliminarD.