martes, 23 de diciembre de 2014
Ojos
domingo, 7 de diciembre de 2014
Problemas
Se sentía sola.
- Tengo un problema. - Le dijo sin tener ni idea de lo que acababa de provocar.
- Tienes un problema... Pues qué suerte.
- ¿Cómo que suerte?
- Si, suerte, ya quisiera yo tener sólo uno.
- Seguro que no es para tanto, ¡lo mio es serio!
- ¿De verdad quieres jugar a eso? ¿De verdad quieres que te demuestre lo horrible que es cargar con algunos de mis problemas? - dijo él empezando a alzar la voz. - ¿Quieres saber que tengo un problema, que se me acelera el corazón cada vez que consigo sacarte una sonrisa y veo lo jodidamente preciosa que es? ¿Quieres saber que tengo un problema, que el tiempo parece difuminarse cada una de las no pocas veces que me pierdo en esos ojos tan bonitos que tienes? ¿Acaso quieres saber que tengo un problema y que ese problema es que quiero besarte aquí y ahora pero tengo miedo de perderte por ello?
- Yo...
- No, no quieres saberlo, pero adelante, ¿cual es tu problema?
- Qué me equivocaba. - Y le besó.
sábado, 22 de noviembre de 2014
Lloraré
Lloraré al amanecer sueños cuyo fin no logré ver. Pero esta noche no.
Esta noche en las estrellas de tus ojos me perderé y buscaré la luz que me mecerá y de la fría oscuridad me salvará.
miércoles, 19 de noviembre de 2014
Cambios
Palabras en el viento.
Un llanto en silencio.
Un "te quiero" que va muriendo.
Un antiguo "te echo de menos"
ahora precedido por un "ya no"
"Te necesito" le da la mano a "lejos"
"Pienso en ti" de la misma forma
pues "te quiero", pero no a mi lado.
domingo, 16 de noviembre de 2014
Máscaras
¿Por qué escribo?
He encontrado decenas de respuestas, casi todas ella válidas, pero me he dado cuenta de que, por encima de todas ellas hay una única y quizá superior razón. Escribo porque soy un cobarde.
Un folio no te devuelve más réplica que aquella que tú mismo quieras darte. No tiene ojos que te miren de una forma que no querrías ver. No es difícil encontrar las palabras adecuadas para cada momento, pero sí que lo es decirlas.
No me cuesta nada expresar un sentimiento de forma casi cristalina sin necesidad de hacer referencia al mismo, pero pocas veces he sido capaz de hacer lo mismo en voz alta. Las letras, las palabras, los textos... Todo nos ofrece una máscara. Una máscara que revela el interior, pero a la vez nos esconde. Una máscara que nos permite ser quienes somos en realidad sin miedo a serlo.
Así que me pongo mi máscara una vez más para escribir cosas que de otra forma no tendría el valor de decir.
viernes, 12 de septiembre de 2014
Cartas al olvido. Vol.01
Podemos darle mil vueltas y pensar una y otra vez en lo que queremos, en sus porqués y probablemente sea cierto. Es posible que queramos algo de todo eso que nos hacemos creer que queremos, pero no lo querremos ni la mitad de lo que podríamos llegar a querer aquello que no sabemos explicar. Aquello que acude a nosotros súbitamente, aquello que aparece junto a una indescifrable e incomprensible angustia, pues, por alguna razón, lo daríamos todo por ese algo. Sea lo que sea. Sea quien sea. Supongo que eso es lo que lleva a mi cuerpo a abrir tanto como puedo la ventana en busca de conseguir algo tan improbable como que la luna entre por ella. Además, luego está el tema de que no tiene sentido. ¿Qué haría yo con la luna? Poéticamente hablando, te la regalaría, pero eso sería físicamente imposible. Nuestro lado racional nos dice que algo así, no solo sería imposible, también inútil y, probablemente, contraproducente. No hace falta que explique el imposible y el inútil, pero, ¿contraproducente? Sí.
Pocas cosas hay más hermosas que la luna en una noche oscura. Algo digno de ver y que nunca será lo mismo. Siempre brillante, siempre cambiante. Un espectáculo de entrada gratuita todas las noches. Un encuentro con una amante a la que encontrarás siempre que sepas dónde buscarla.
Pero eso es precisamente lo que hace que tener la luna sea contraproducente. No apreciaríamos su brillo de la misma forma, no la veríamos diferente en cada uno de nuestros encuentros y acabaría en un eclipse permanente por culpa del día a día.
Tú no eres muy diferente, aunque hay algo en lo que sí que te alejas, pero ya llegaré a eso, empecemos con el parecido:
Ese radiante brillo que hasta en la más profunda oscuridad me da esperanza. Esos cambios que hacen que ninguna noche sea igual que otra. El mismo calor, tranquilidad y felicidad que me produce tanto mirar la luna como tus ojos... Pero no todo es bueno. Lo cambios constantes a veces duelen. La irregularidad, el brillo que hace a quien os mire desearos como compañeras durante la noche, el sentimiento de que nunca estaré lo suficiéntemente cerca. El agobio de pensar en la posibilidad de no volver a veros. Pero uno sabe a lo que se enfrenta y no creo que haya absolutamente nada que pueda hacer que deje de querer la luna. De quererte a ti. Y aquí entran las diferencias de las que antes hablaba.
Como bien he dicho, tener la luna no es más que un sueño infantil por razones que, salvo una, no repetiré. Y esa una es donde radica la diferencia, jamás me cansaría de tu brillo. Si fuese necesario, convertiría mis días en noches para bañarme en él. Si deslumbra usaré gafas, pero jamás me alejaría. No puedo soñar con acercarme a la luna, no puedo prometerla como regalo, pero sí puedo luchar por ti. Aunque como la luna, jamás podré tenerte, pues eres libre, pero sí puedo decirte y pedirte que quiero compartir esa libertad contigo, que juntos seamos como el viento.
Pero eso ya es otra historia.
domingo, 17 de agosto de 2014
Romper cadenas
jueves, 17 de abril de 2014
Para levantarse, primero hay que caer.
Es triste, sí, pero a la vez podría considerarse la esencia de la vida, nuestras mejores vivencias pueden acabar volviéndose en nuestra contra y con total seguridad será lo que más sufrimiento nos cause, ¿significa eso que no valió la pena? Ni de lejos. Cualquiera que se sienta identificado con ésto estará de acuerdo en la siguiente afirmación. Hay errores que vale la pena volver a cometer.
Hace ya mucho desde que me dijeron por primera vez que parecía tener la necesidad de estar mal, algo en lo que he pensado muchísimo desde entonces y, quizá sea razón, o al menos en parte. Necesito cometer el mismo error, ese error que me lleva a estar mal, una y otra vez, independientemente del dolor que ello me cause, cueste lo que cueste, hasta que finalmente llegue el momento en el que dicho error no tenga lugar y, siguiendo los mismos pasos caminados ya una y otra vez, de tanta hostia contra las piedras del suelo, éstas se hayan aplanado evitando tropezar de nuevo con ellas. Porque estoy convencido de que habrá valido la pena. Hay cosas que símplemente no puedes dejar ir, personas, objetos, recuerdos, cada uno se enfrenta a ellos de una forma pero nadie puede afirmar que la suya sea la correcta. Sí, creo que necesito ese sufrimiento, quizá sea una forma de vida (aunque habrá quien no lo considere vida) muy masoquista, pero lo necesito. Todos los necesitamos, en realidad. En mayor o menor medida, a todos y cada uno de los seres humanos nos hace falta ese sufrimiento, pues si no, no apreciaríamos de verdad todos y cada uno de esos recuerdos que en algún momento nos hicieron pensar que jamás habíamos sido tan felices.
Todo se acaba y, cuando eso pasa, duele, a veces ese dolor llega a ser horrible pero, ¿de verdad sacrificaríamos lo que nos llevó a ese sufrimiento? No, porque habrá valido la pena.
No sé si alguien terminará de leer ésto, la verdad, ni siquiera sé si yo leeré ésto, pues sinceramente, no sé lo que he escrito, pero supongo que podría resumirlo en una frase: Para levantarse, primero hay que caer.
viernes, 21 de marzo de 2014
Demasiado tarde
Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde. Demasiado tarde.
lunes, 10 de marzo de 2014
Tinta invisible
Conseguir con letras calmar la angustia y el dolor que nace de dentro.
Acompañar en la distancia con palabras cuyo contenido parece perderse por el camino.
Pero no consiguen llenar ningún vacío, ni el tuyo, ni el mío.
No consiguen compensar pérdidas que no deberían tener lugar, marchas que aunque debemos no queremos olvidar.
No hay tinta suficiente para compensar lo que no nos gusta ver marchar, ni palabras que llenen el vacío de la soledad.
Pero esas palabras se mantendrán, se renovarán. Aquí seguirán y junto a ellas, yo, esperando el día que pueda compensar, o al menos aliviar, el vacío que las palabras no podrán llenar.
viernes, 7 de marzo de 2014
Confianza
Me alejo, dicen, pero normalmente no es así, me alejan, me envuelven en desconfianza, demostrando que se ha perdido esa complicidad que uno tenía, ese "sé que puedo confiar en ti". Puede ser por mil motivos, malas rachas, nuevas personas, distancia, pero la culpa siempre será tuya. Pero lo será por creer que da igual lo que pase la gente es como tú, que prioriza esa confianza y amistad ante todo, que lo intenta todo (aunque muchas veces no lo parezca). Y finalmente esa persona te acaba sustituyendo, te van sacando inconscientemente de ese círculo de confianza y con el tiempo de su vida. Al final todos se van y sí, la culpa es de uno mismo por creer que será suficiente con confiar plenamente y apoyar, cuando si no es mútuo no se llega a ninguna parte.
Ésto lo leerá mucha, o no tanta, gente y los habrá a favor, los habrá en contra, pero está escrito para alguien. Alguien que me importa mucho y que espero que se de cuenta de muchas cosas porque por nada del mundo quiero terminar fuera de su vida, pero si sigue así, será inevitable. Ésto no es todo, pero por algo se empieza.